jueves, 7 de enero de 2010



Un día, siendo niño, se me ocurrió copiar en un examen con la chuleta de otro, resultó que sabía menos que yo y suspendimos los dos. Desde entonces no he vuelto a copiar de nadie

Debido a mi infancia y adolescencia en Venezuela, me preguntan con frecuencia mi opinión sobre Chavez.

Por mi mente se pasean entonces las imágenes de los Andes camino de Barinas en una visita al llamado frente de los llanos, José Antonio Páez, era el más joven de los exploradores, y por aquellos días el MIR estaba a punto de romperse, como el desvencijado camión en el que viajábamos. Chavez por aquel entonces rondaba los 13 años y debía estar con sus vecinos de Sabaneta “rodando un caucho” por sus calles de tierra o mal asfaltadas, o en las cosas que se enredaban los muchachos de la época.

Las inquietudes revolucionarias le vendrían después, de momento, quienes no dirigíamos camino del frente guerrillero eramos otros, estábamos convencidos de que había que despertar la conciencia de los campesinos, los obreros y las gentes humildes del país. Creíamos que después de lo de Cuba, y entusiasmados con el discurso de Fidel ante la Tricontinetal de La Habana, uno a uno los países del continente americano abrazarían la revolución socialista.

Pensábamos que la propaganda que se generaba en torno a la guerrilla servía para estimular la moral de los oprimidos y agruparlos en el Partido de la Revolución, camino de la toma del poder, que nos permitiría instaurar la democracia popular.

De aquella reunión de los llanos, sin embargo lo único que salió claro, al menos para mi, era la necesidad de penetrar el aparato del Estado y especialmente sus Fuerzas Armadas, como única salida a medio y largo plazo. A finales de los años 60, los frentes guerrilleros estaban “quemados” y algunos de ellos, eran meros campamentos de fin de semana, a los que acudíamos gentes de la “guerrilla urbana” para “reforzar” el aparato militar y la moral del los camaradas. La mayoría de las reuniones de UTC en el año 67 eran para comunicar bajas en combate, desapariciones, deserciones, cambios de bando o cambios de estrategia.

Habíamos convertido a nuestros dirigentes en mitos vivientes que un año si y otro también abandonaban la guerrilla para fundar un nuevo partido, eso si, con R incluida.

El Movimiento estaba dividido entre los “foquistas” y los “entristas”, los primeros empeñados en seguir con la guerrilla y abrir nuevos frentes en el campo y en las ciudades y los segundos en infiltrar las Fuerzas Armadas y los partidos políticos.




De estos últimos es hijo Hugo Chávez Frías, de aquellos polvos vienen estos lodos.



La visión mesiánica, de unos hombres llamados por el destino a redimir a su patria, iluminados por la justicia del pensamiento marxista-leninista, encarnados en caudillos de los desheredados de la tierra, en padres protectores de un pueblo oprimido por la tiranía, de una despótica oligarquía sometida a los intereses del imperialismo yanqui.

Del discurso teórico-político se pasó al discurso panfletario, a la reproducción mimética del castrismo como receta para gobernar y hablar a las masas, gobernar un país y dirigir una política exterior plagada de contradicciones.

Pero nadie le puede negar el mérito de haber llegado a la presidencia de la república por la vía del sufragio y con una de las participaciones más altas de la historia de Venezuela. Mientras los pozos de petroleo no se sequen, habrá trigo para calmar el hambre, otra cosa es predicar y no dar trigo. Por otro lado, el circo lo tiene bien animado, por desgracia ha muerto Renny Ottolina, pero él intenta ocupar su ausencia: en vez de el Show de Renny, Venezuela cuenta con el Aló presidente.

Chávez es su mejor defensor y su peor enemigo, a elegido copiar una obra que está a punto de desmoronarse desgastada por el tiempo, demos pues tiempo al tiempo.

Otro día, seguimos hablando del tiempo.

Publicado en globedia.com  el 23-10-2009